Vamos con la tercera entrega del decálogo para innovar, como trabajador/a social en la Administración Pública, que publiqué en el Congreso de TS de Madrid > VER PRESENTACIÓN.

Estos días, muchos/as de nosotros/as alcanzaremos velocidades de 120 Km/h (a sabiendas de que podríamos encontrar muerte segura en caso de colisión), y nos pondremos el cinturón de seguridad.  Nos jugaremos la vida, confiando en una cinta que evitará algunos daños, pero no la totalidad ni mucho menos. ¿Evitamos salir de vacaciones? ¿nos quedaremos en casa por ello? SEGURO QUE NO .

riesgoUsando el símil del coche y la velocidad, creo que trabajar en la Administración es algo así como moverse en un tanque acorazado: lento, pero seguro (en cuanto a riesgos). Sí, podemos tener un accidente, pero no es lo mismo que ir en moto. De hecho, detractores de la administración se quejan continuamente de «la seguridad del funcionario», y es que, lamentablemente, quien mal-utiliza esas condiciones, genera esa imagen de quien no se esfuerza o quien sale a la compra en su descanso… (utiliza esa «seguridad» para su propio interés).  Pero… aparte de que la estabilidad del funcionariado tiene un papel fundamental en una democracia, me pregunto si no deberíamos usarla para arriesgarnos un poco más e innovar: bien utilizado puede dar grandes resultados. Ejemplo de ello es el proyecto Vallecas Activa, donde si nadie se hubiera «salido del cuadro» al menos un poco, nada hubiera sucedido.  

«Te arriesgarás»: decirlo es bonito, pero, en la Administración, lamentablemente, no es sencillo (exponerse es un riesgo siempre, es más fácil estar calladito/a, o incluso, a la hora de hacer críticas, emplear el tiempo del café o a lo sumo  usar un alias en las redes). Creo que la ciudadanía necesita muchos/as profesionales que detecten los fallos de los procedimientos y de la propia atención y sean capaces de pensar una forma alternativa de llevarlas a cabo tomando una actitud activa y dando la cara, en lugar de adoptar el cómodo «es así» o el clásico «es que las cosas de palacio…».

Por otro lado, siempre hay quien, antes de dar un paso, consulta la ley 30/92 (de procedimiento Administrativo). Esa Ley, fundamental en España, que se aprobó hace 24 años (je, aún no habían nacido varias generaciones de trabajadores/as sociales), vamos… que ha llovido desde entonces… sólo un ejemplo visual: por entonces había 1 millón de terminales conectados a internet y hoy ya son 3.400 miles de millones,  je, vamos, explica a un/a nativo/a digital que hay un plazo de 3 meses para resolver (Artº 42): para morirse.

Siempre hay quien se queda ahí, o bien espera que algún superior cargue con la responsabilidad de hacer cualquier cambio (también hay mucho/a jefe/a que no permite y menos invita a que nadie respire sin saberlo él/ella, por lo que su función mayoritaria es de control más que de impulso). Por suerte, en la Administración tenemos un margen bastante amplio para poder equivocarnos. Eso no significa que haga un llamamiento a la desobediencia, pero sí a usar ese margen para mejorar, probar, y si nos hemos equivocado, dar marcha atrás: pocas cosas son irreversibles.

Al contrario de lo que puede ocurrir en ciertas empresas del sector privado, te puedes jugar el puesto por hacerlo (en otras se te premia, conste) y, aunque la Administración está cambiando (ver un enlace en la intranet en una noticia a este blog, es prueba de ello), aún tenemos, los y las funcionarias, cierto temor a asumir cierta dosis de riesgo a cambiar las cosas o a proponer algo nuevo por pequeño que sea. Una estrategia muy eficaz es la de dar a la persona superior el plan «ya hecho»: antes de plantear un cambio importante, analizar pros y contras, beneficios, costes, e incluso no ahorrar esfuerzo en preparar una buena presentación.

En todo caso, quiero romper una lanza a favor del derecho a equivocarse. Esto es fundamental para poder aprender, cambiar, e innovar.  No es preciso ser un Kamikaze, para saber que hay diversas formas de hacer algo interesante y salirte del marco.

Por otro lado, creo que es necesario aprovechar cualquier oportunidad para proponer de manera constructiva. Dejar pasar la ocasión es una pérdida tremenda. Quien lo hace, no sólo ayuda a mejorar, también, creo, refleja ser personal muy valioso para la empresa (asumiendo que, alguna colleja te vas a llevar), ya que se trata de personas capaces de pensar  «fuera del marco», y, de una forma u otra, obligan a su responsable a reflexionar, o a transmitir las propuestas a sus superiores. En definitiva: generan cambios.

Bueno, ahí lo dejo. Os animo a coger velocidad, con el cinturón puesto, pero, y volviendo a la ley 30/92… ¿os imagináis un coche a 60 km/h por una autopista?, la ley 30/92 en algunos aspectos, es algo parecido. Por muy legal que sea (velocidad mínima permitida en España), conlleva un grave riesgo, sin lugar a dudas: quizá seas arrollado/a ¿no nos puede pasar eso en la Administración?

Ahí lo dejo.

Un abrazo y mucho ánimo.

Nacho

Os dejo con Fito: «lo contrario de vivir es no arriesgarse», dice en la letra. Grande.

 

DECÁLOGO PARA LA INNOVACIÓN EN TRABAJO SOCIAL 3/10: TE ARRIESGARÁS

2 thoughts on “DECÁLOGO PARA LA INNOVACIÓN EN TRABAJO SOCIAL 3/10: TE ARRIESGARÁS

  • 08/09/2016 a las 10:50
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    Estamos de acuerdo. Las cosas de palacio también se tienen que renovar, con más motivo aún que otras empresas que disponen incluso de menos medios.
    En nuestro centro hemos iniciado hace solo unos meses una reestructuración con objeto de lograr una mejora, que ha costado un trabajo ingente (y adicional a la consabida sobrecarga de tareas diarias) y tiene a usuarios y resto de profesionales del entorno «descolocados». Por si alguien más está organizando cambios, que no cometa el error de no contarlos muy claramente al resto de agentes con los que trabaja (usuarios/as, Colegios, Casas de Juventud, Cáritas, etc, etc)

    Tu último párrafo me ha parecido un ejemplo muy visual de la situación actual. Tenemos que ir por la autovía y hacerlo a una velocidad acorde a ese tipo de vía.
    Gracias por tus reflexiones

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