La semana pasada salió la noticia: la Asamblea de Madrid (por unanimidad) ha aprobado la propuesta de creación de bonos de impacto social.   Este sistema fué una de las recomendaciones del G8 para impulsar el emprendimiento social y la inversión de impacto.

Los bonos de impacto social, o sistema de «pago por éxito» es un modelo que se está extendiendo (proviene de EEUU), a través del cual inversores/as privados/as financian proyectos sociales y recuperan la inversión -con los correspondientes intereses incluso- una vez demostrado el éxito de los mismos, por parte de la Administración Pública.

Bonos-de-Impacto

imagen: www.bolsasocial.com

La idea parece interesante, creo, incluso, que contribuiría a la innovación en el campo social en general, e incluso a dinamizar un tercer sector excesivamente volcado en el contraproducente sistema de subvenciones que le conduce a una dependencia de la Administración, desnaturalizándose e incluso poniendo en peligro su propia subsistencia.

Sin embargo, desde mi visión desde dentro del Sistema Público, me genera ciertos temores:

El primero: el uso de indicadores para medir el éxito de esos programas, ya que la elección de unos indicadores de fácil cumplimiento conllevaría a que la inversión privada fuese sospechosamente rentable.

El segundo: parecería que es más sencillo usar indicadores de éxito a corto plazo para programas de prevención secundaria (aquellos en los que las problemáticas son aún precoces), debido a que la modificación o el impacto en dichas situaciones es más sencilla (por ejemplo, un grupo de desempleados en búsqueda activa de empleo). Sin embargo, es mucho más complejo determinar qué tipo de indicadores se usarían en los casos de prevención terciaria (cuando el objetivo es reducir el daño o mitigarlo. Por ejemplo, personas mayores de 50 años sin alfabetizar y sin experiencia laboral e incluso con problemas de salud) o en la prevención primaria (acciones orientadas a evitar la aparición de las problemáticas), como sería el caso de un programa sobre prevención de delincuencia juvenil.

El tercero: el uso de indicadores de este tipo en la Atención Social, e incluso me atrevo a decir, en los Servicios Sociales Públicos, es casi inexistente: no se cuantifican resultados apenas, únicamente se usan unidades de tiempo, actividades (entrevistas, citas, visitas), expedientes, o prestaciones. ¿Acaso algún trabajador/a social conoce un dato objetivo del impacto producido por su trabajo?. Lo dudo. Yo, al menos, no lo conozco. Colegas de consultorías no se lo creen cuando lo comento, si bien me insisten: «todo es medible». Entonces ¿por qué no se hace?. Seguramente porque aún el poder político no ha llegado a entender el concepto de inversión (y no «gasto») del coste de los Servicios Sociales.

Algo que me preocupa tremendamente es que se dé por hecho que la propia Administración es incapaz de innovar o de ser eficaz: nadie lo dirá abiertamente, claro (es políticamente incorrecto), pero este tipo de ideas, que pueden disfrazarse bajo el paradigma de la participación social y empresarial tienen cierto señalamiento a la Administración, a la que se presupone ineficaz para resolver las problemáticas que tiene entre manos (cuando no se ha medido aún el impacto de las políticas sociales públicas de manera objetiva).

Antes de que la Administración se adentrase en estos territorios, creo que debería hacer una reflexión sobre qué indicadores se usan en toda la red de Atención Social, y diseñar programas propios según perfiles y pronósticos, con indicadores adaptados a ellos, claro. Y después, estudiar si es necesario establecer cauces para que la inversión privada pueda sacar rendimiento de lo social y viceversa, porque no dejo de preguntarme cómo es posible que un programa pueda ser rentable para el sector privado y no para el público.

En conclusión:  es necesario que la Administración introduzca sistemas de medición concretos y fiables, y abordar de una vez un trabajo por proyectos, objetivos e indicadores, e incluso con complementos para el personal más productivo (que no es el que hace más horas). Ojalá seamos capaces de hacer que esto cambie: la defensa de lo público no es sólo defender plantillas más numerosas, incrementos salariales o negociar las jornadas, en mi opinión, pasa por dinamizarlo y hacerlo más competitivo.

Es más, puede que, de abrazarse abiertamente este modelo, se consagre un doble sistema: uno eficaz, innovador y muy visible, para quien tiene ciertas oportunidades, y otro obsoleto, sin recursos y burocratizado para quien no juegue en esa liga (ya que la selección de participantes en un programa cuyos resultados hiciesen depender el propio proyecto, no creo que se hiciese a la ligera).  También me pregunto si alguien sería capaz de plantear esta misma propuesta para el sector sanitario o el educativo.

Vamos, que no me opongo abiertamente, pero creo que, previamente, la Administración debería revisar su propio sistema, y luego estudiar de qué estamos hablando. Por eso, lo recibo con bastante cautela, al igual que @egocrata en su interesante artículo que recomiendo leer.

El debate está servido.

Nacho

Os dejo con Money, de Pink Floyd.

BONOS DE IMPACTO SOCIAL ¿EL FUTURO?
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5 thoughts on “BONOS DE IMPACTO SOCIAL ¿EL FUTURO?

  • 06/10/2016 a las 15:58
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    Yo creo que la idea de innovar en la Administración no es sólo algo que se ha de incluir en normativa y protocolos, sino también en la propia cultura del empleado, y para eso hay que dar cauces, oportunidades. Hay que motivar al personal, no sólo es importante una motivación económica, sino también de reconocimiento. Me ha gustado mucho el artículo. Un saludo.

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  • 25/05/2016 a las 14:49
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    Hola Nacho, llevo tiempo siguiendo tu blog. Estudio Trabajo Social en la universidad y señalar que tu blog es lugar de referencia para varios profesores y asignaturas. Soy un apasinado como tú del Trabajo Social.
    De primeras no me parece una noticia negativa, pero estoy de acuerdo contigo en la necesidad de estudiar pormenorizadamente la noticia y la posible inclusión de este nuevo modelo, se presta a demasiadas vicisitudes.

    Gracias por escribir sobre Trabajo Social, es necesario para empoderar la profesión.
    Saludos.

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    • 25/05/2016 a las 20:16
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      En sí la noticia no es mala (el que la iniciativa privada se comprometa con iniciativas sociales, que se midan los impactos…) pero desde el Sistema Público despierta ciertas dudas, a mí al menos, porque las políticas sociales siguen en un estado de abandono bastante alto en cuanto a la evaluación de las mismas, es como un saco en el que la política es «poner más o menos dinero», pero carente de planificación lógica y menos de evaluación de impacto, de ahí que tenga ciertas cautelas. Gracias por tu comentario. Es muy importante que visibilicemos el Trabajo Social. Un abrazo

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  • 09/05/2016 a las 09:39
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    Totalmente de acuerdo contigo.
    Lo voy a simplificarlo mucho: abogo porque desde lo público se intente mejorar e innovar (hay estupendos profesionales y se puede y se debe contar con ellos ), en vez de tirar la toalla y dejar que la inversión privada (= beneficios, rentabilidad), sea la que «busque la excelencia » de la propia Administración.

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    • 09/05/2016 a las 22:42
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      Ojalá… pero claro, es más sencillo lo otro… gracias por opinar!!

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