La gente que estudia biología suele catalogarse, de coña, entre quienes son de bota (campo) o de bata (laboratorio).

Al margen de que, el de bota, de vez en cuando (digo yo) se pone la bata, y viceversa, y que, obviamente, es una clasificación poco rigurosa, no podemos negarlo: tiene un trasfondo que nos toca.

Supongo que muchos/as de nosotros/as mientras estudiábamos, nos hubiéramos catalogado como «de calle», fruto del voluntariado que hacíamos o de la imagen idealizada de la profesión (en un parque o mercado). Sin embargo, este imaginario se vino abajo en cuanto nos dieron un despacho y comenzamos a trabajar en servicios sociales: pudimos experimentar que era imposible, tanto por el mandato institucional, como por la presión asistencial, entre otras causas.

Sin embargo, muchos/as, también descubrimos que la calle , en servicios sociales, es el espacio que existe entre el centro de servicios sociales y el domicilio de la persona usuaria.

Para unos/as, es el espacio que separa esos dos lugares (por tanto, un obstáculo); para otros/as, es el espacio que nos conecta. Lo mismo, desde diversos ángulos.

Es más, puede ser entendido como un segmento recto, curvo, o, incluso, como un itinerario repleto de puntos (con paradas intermedias), es decir, con diferentes itinerarios y oportunidades de interés profesional, donde, la gente, sin más, te para y te pregunta no sólo por el «cómo va lo suyo» (que ahora podemos ver en el móvil o el portátil, no como entonces…) sino que te cuenta aquello que le preocupa de sí misma, o de una familia del vecindario.

Es más, hay quienes experimentamos que, incluso, EL punto de destino, no era tal, sino una concentración de puntos, es decir: el domicilio estaba junto a otros, y podíamos visitar todos (o unos cuantos, al menos) en un rato, incluso ofrecer la visita espontánea o mínimamente planificada de manera previa. Con organización y proactividad, es posible disfrutar de los encuentros y situaciones que se pueden experimentar en esos trayectos y concentración de puntos.

Y llegó la pandemia, y el teletrabajo, y… y tantas cosas… y la visita a domicilio fue descendiendo hasta niveles históricos, en mi opinión.

Curiosamente escucho el lamento sobre la imposibilidad para lo comunitario, cuando, pienso que, antes, es necesario hacer calle (y grupos, pero de eso ya he hablado bastante).

Por eso, ahora, nuevamente desde Atención Social Primaria, y este humilde blog, quiero reivindicar la visita a domicilio como herramienta fundamental para la valoración y el seguimiento de las personas con las que realizamos la intervención social. Un espacio donde siempre he podido establecer relaciones profesionales de lo que llamamos referencia en comparación con el despacho, espacio artificial al que dedicaré otro post más adelante.

Así pues, insisto: es crucial hacer calle, la que nos une con los domicilios, al menos, en un primer término. Eso, o reconocer que somos de bata, y olvidarnos de las botas, para siempre, en el armario y enfrentarnos, con el paso del tiempo a que, en el futuro, podamos ser de zapato fino.

Ánimo.

Nacho

SER O NO SER DE CALLE
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