Tal y como os avisé, dedicaría unas cuantas entradas a aquel decálogo que publiqué en el Congreso >VER

El primer «mandamiento»: Confiarás en la autodeterminación del ciudadano/a.

A pesar de que puede que sea el principio del código deontológico más conocido, no significa que sea el más asimilado, dado que plantea serios problemas para ser ejecutado en el día a día de la intervención social. Y ello se debe a muchos factores.

autodeterminacion

Principalmente, la ausencia de oportunidades y la difícil colocación de los y las trabajadoras sociales en un lugar de «frontera»: en un debate continuo entre el fomento de la autonomía de la persona mediante el uso de prestaciones económicas, materiales y técnicas y el aún más complejo papel de «reparto» de los escasos recursos que un exiguo Estado de Bienestar pone en nuestras manos. Incluso las Administraciones crean sistemas de ayudas y depositan (haciendo dejación de las funciones que pueden realizar por sí mismas) en los y las trabajadoras sociales la manzana envenenada del «poder» de decidir a quién sí y a quien no sin regulación alguna.

Esta condena del «reparto», que por un lado nos refuerza (en un concepto de poder muy cuestionable) como profesionales, en el fondo,  limita enormemente las posibilidades de poder realmente establecer un vínculo positivo de ayuda con las personas a las que atendemos.

Y en este escenario (hay tesis sobre ello), surge, como no podría ser de otra forma, cierta tendencia inevitable hacia el paternalismo o el hipercontrol (nadie estamos exentos de caer en ello, es más, lo difícil es no hacerlo en este marco). En el caso de los Servicios Sociales, el control se deposita en nuestras manos, aunque decirlo -escribirlo, más- nos provoque cierta urticaria: es un hecho.  Saber utilizarlo de manera adecuada es un acto de virtuosismo que requiere un continuo ejercicio de autoanálisis y supervisión que no siempre se nos brinda ni estamos dispuestos/as a realizar.

También es en este escenario cuando a los/las profesionales nos es relativamente fácil caer en la adopción de un rol paternalista o de mal-control que, de manera consciente o inconsciente, hace que el/la ciudadano/a que acude a los Servicios Sociales tampoco se sienta o sea realmente protagonista de su propio proceso de intervención, lo que da a lugar dependencia e incluso conflictos. En ello influye también una metodología de intervención prácticamente centrada en lo individual (en detrimento de lo grupal o comunitario) donde se reproduce una situación ciertamente vertical.

Así, con frecuencia confundimos el control sobre las prestaciones con el control sobre las vidas de la gente. Es más, en ocasiones perdemos más tiempo en controlar en qué gastó una familia 10 € -ejemplo, los típicos lacasitos que sabiamente ponen en el supermercado al lado de la caja- que en visitar, hablar con la maestra/o de los niños, o en trabajar sobre sus hábitos alimenticios.  A veces quizá nos creemos demasiado dueños/as de las prestaciones, y se nos olvida que en el Estado de Bienestar, hay que aceptar un margen de pérdida porque en caso contrario, moriremos catapultados por lo insignificante y olvidando lo importante.

Esta praxis nos encadena en una dinámica en la que nos movemos sin poder innovar nada en la intervención: pedir-dar, o lo que es lo mismo, necesidad-recurso, que, en definitiva, no deja hueco a nada nuevo, ni a profesionales, ni a las personas a las que atendemos. En ello, creo que aún no estamos convencidos/as de la importancia del diseño de intervención, o del contrato de inserción (tiene diversas nomenclaturas según el municipio, autonomía, etc.). Y entonces, acabamos totalmente asimilados a una dinámica de control sobre la persona.

HAY QUE TOMAR DISTANCIA Y CENTRAR LA INTERVENCIÓN EN EL DISEÑO DEL ACUERDO. La persona debe tomar, con nuestra información, acompañamiento, etc, la decisión que valore más adecuada y tendrá que ser consecuente con ello (para lo bueno y lo malo).

Por otro lado, es fundamental aplicar el principio jurídico del «indubio pro reo»:  las prestaciones no están totalmente reglamentadas: es más, en muchas ocasiones el poder salvar un obstáculo para la tramitación de alguna, depende de la valoración realizada a través de un informe social. En ocasiones ocurre que no sabemos qué decisión tomar, especialmente en lo relacionado a si una persona cumple o no un requisito. Mi consejo: no seamos restrictivos/as. En caso de duda, en favor de la persona. Eso no significa que nos desresponsabilicemos de la toma de una decisión: también, en caso de error, tendremos que ser consecuentes con ello, claro.

En definitiva, creo que innovar en el Trabajo Social que llevamos a cabo en los Servicios Sociales conlleva un margen de confianza en la persona, estableciendo el marco adecuado, para que opte, decida, fracase o triunfe. Y, en todo caso, siempre, pase lo que pase, el/la profesional deberá estar ahí.

Nacho

Os dejo con Ismael Serrano: «Apenas sé nada de la vida»

DECÁLOGO PARA LA INNOVACIÓN EN TRABAJO SOCIAL 1/10: LA AUTODETERMINACION

2 thoughts on “DECÁLOGO PARA LA INNOVACIÓN EN TRABAJO SOCIAL 1/10: LA AUTODETERMINACION

  • 03/08/2016 a las 10:09
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    Algo tan necesario para poder conseguir todo esto que señalas sería poder contar con sesiones de supervisión y si son externas mucho mejor!
    Saludos!

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    • 04/08/2016 a las 12:50
      Enlace permanente

      Si, tener supervisión externa (e interna) sería una buena herramienta, aunque, también añado: la supervisión no puede hacer milagros: requiere un ejercicio de autoanálisis, de voluntad de cambio etc., alta. Ojalá que pronto contemos con ella. Gracias por participar, compañera.

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