Después de tres entradas (1) , (2) y (3)  relativas a la situación competencial de los Servicios Sociales municipales, he podido explicar cómo, en mi opinión, debido al impacto de políticas de mayor carácter universal (IMV y LAPAAD principalmente), los municipios han sufrido un arrinconamiento de su acción y competencias de facto.

Así, y a pesar de ciertas resistencias numantinas (a veces más centradas en inercias propias que en la eficiencia o en evidencias) en cuanto al conjunto de prestaciones, su marco se ha reducido a las siguientes situaciones:

  • Atención a crisis puntuales sobrevenidas /imprevisibles,
  • Contención de la espera en procesos de tramitación de prestaciones y servicios recogidos en las diversas legislaciones (autonómicas o estatales),
  • Cobertura de ángulos muertos: situaciones no previstas en las mismas, como puede ser la de personas en situación administrativa irregular,
  • Facilitación en acceso a prestaciones supramunicipales (tramitación, instrucción, valoración ordinaria, y excepcional de situaciones) o implementación de tareas delegadas por éstas,

Y, por otro lado, seguir ejecutando prestaciones competencialmente impropias o de dudosa propiedad local.

Por ello, en mi opinión, tenemos dos opciones:

La primera, es quedarnos ahí, enrocados, hasta convertirnos prácticamente en el buzón de administraciones superiores o en el mejor de los casos, en un buen parche, y continuar ejecutando servicios impropios e incluso duplicando (o más), pero en cualquier caso, consolidarnos en un papel reactivo-asistencial a demanda, en el microcosmos del despacho o centro.

La segunda, por la que abogo, es hacernos con el margen de acción existente en los espacios donde las administraciones supramunicipales no pueden ejercer su actividad y redirigir nuestro esfuerzo hacia aquellos marcos donde la municipalidad aporta un valor insustituible, como es la cercanía:

  • Acción social preventiva y comunitaria,
  • Ejecución de programas específicos de imposible implementación desde el ámbito supramunicipal, como la emergencia, pero también la continuidad de los cuidados o la integralidad de los mismos,
  • Valoración de situaciones que precisan tener en cuenta el entorno social, así como apoyos familiares y vecinales,
  • Facilitación del acceso al sistema debido a su implantación territorial.

Por supuesto: ello supone dejar en manos de quien corresponda lo que es competencialmente impropio (asumiendo la subsidiariedad local, sin complejos), incluso replegando buena parte de los recursos de tipo secundario /especializado que hemos implementando a lo largo de nuestra historia para ampliar  el potencial preventivo y comunitario de la atención social primaria.

Es decir, ello supondría una apuesta clara por la autonomía funcional y la integración relacional como objeto de los servicios sociales municipales.

La principal conclusión  de esta serie de entradas, por tanto, es que los servicios sociales municipales deben dirigir su acción hacia aquellos campos en los que aportan mayor valor debido a su carácter de proximidad y abandonar los muchos (otros y de otros) jardines en los que nos encontramos.

Ánimo

Nacho

SERVICIOS SOCIALES Y MUNICIPALIDAD. MIRANDO UN POSIBLE FUTURO

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