Cuando hablamos de difusión, solemos viajar al terreno de la comunicación. Sin embargo, en el terreno científico, difusión es un término que se refiere a «un proceso físico irreversible en el que las partículas materiales se introducen en un medio en el que inicialmente estaba ausente y se asocia a la existencia de una membrana, más o menos permeable, que permite el paso de partículas».
Aunque no lo parezca, esta definición sirve mucho para la reflexión de este post: ¿a qué se debe el desconocimiento existente sobre el Trabajo Social? ¿quienes o qué forma/formamos esa membrana?
Podríamos encontrar múltiples razones, pero voy a centrarme en las que considero constituyen una triple membrana que dificulta la permeabilidad, o lo que es lo mismo, la difusión del Trabajo Social:
1.- Económicamente, el Trabajo Social, aún, no ha sabido demostrar su rentabilidad: su ámbito de acción sigue viéndose como una carga y no como una inversión. Es triste, pero real.
2.- El peso de lo público como sector predominante ha contribuido a esta invisibilidad: en España los Servicios Sociales fagocitaron la disciplina del Trabajo Social desde su nacimiento. Y las Administraciones, lamentablemente enrocadas en torno a «la ley 30» (ahora 35/2015, de Procedimiento Administrativo), no son precisamente espacios propicios para el marketing social.
3.- La profesión ha estado, y sigue en cierto modo, en una actitud reactiva, poco competitiva y sujeta a dogmas excesivamente puristas respecto a la mercadotecnia. La escasa cultura de la competitividad (no hay más que participar en mesas de contratación), búsqueda de mecenazgos, o presencia en Redes Sociales (donde escasean los perfiles activos), son ejemplos de que la profesión es parte de la membrana que impide la difusión de su propia acción. No todo vale, pero creo que el temor a lógica competitiva mina la búsqueda de la excelencia profesional.
Una mezcla de los dos últimos factores se constata en el eterno temor al aumento de la demanda /»efecto llamada» (a fin de cuentas, la difusión es irreversible): un argumento muy alejado del concepto de derecho en el que, creo, se esconde cierta inmadurez (o miedo a la pérdida de estatus) profesional, cuando a la larga, es lo que produce la obstrucción al flujo de información.
Eso, por no hablar de la escasa producción en revistas, congresos, etc. por parte de profesionales de base (excluyendo cuando hay vinculación con trabajos académicos (TFG, máster…), si bien este tema merecería mayor dedicación. Parece que nos da miedo exponernos, cuando es un ejercicio de generosidad y responsabilidad corporativa.
En conclusión: la falta de difusión es un escollo para el desarrollo no sólo de la profesión, sino del Bienestar Social. Por suerte, creo que estamos presenciando un tímido despertar ocasionado, principalmente, por el empuje de una sociedad que exige sus derechos (el primero, al de la información y la transparencia) pero también por una mayor concienciación de las y los profesionales del Trabajo Social, cada vez más activas/os en esta materia. Enhorabuena colegas.
Ahí lo dejo. Sobre ello reflexionaremos en Logroño, en una jornada a la que he sido invitado por la Universidad de La Rioja el lunes 27 de mayo.
Ánimo.
Nacho
Os dejo con James Rhodes: es indudable el esfuerzo pedagógico que hace por socializar y despojar de elitismo la música clásica: «cualquiera podría llegar a tocar a Chopin», dice.
¿Como se hace si me cambian por restructuracion (es mentira) de trabajador social y yo quiero seguir
teniendo el mismo ‘?
Desconozco la materia, debe consultar en su institución y si procede, agente sindical. Un saludo.
Agradezco tus siempre sugerentes reflexiones, en las que últimamente te prodigas poco, pero te he de decir que no estoy de acuerdo en algunas de las que planteas en esta entrada. Primero una pregunta: ¿el Trabajo Social debe demostrar rentabilidad en términos de gasto/inversión? Creo que esto es un debate para la política social, no para una profesión.
Y principalmente niego la tesis de que «los servicios sociales fagocitaron la disciplina del Trabajo Social desde su nacimiento». He hablado mucho de esto, por ejemplo en mi blog y en la ponencia que presenté en el último Congreso de Aragón. Mi tesis es más bien la contraria, el Trabajo Social no se ha sabido situar en el Sistema de SsSs, dejándose fagocitar muchas de sus funciones y contribuyendo con ello a un sistema ineficiente. Creo que el Sistema de Servicios Sociales contribuyó a un desarrollo sin precedentes de nuestra profesión y creo también que, exclusivamente por nuestra responsabilidad, hemos perdido la oportunidad de seguir haciéndolo.
Cuidado por tanto con acusar al «peso de lo público» los problemas identitarios de nuestra disciplina y nuestra confusión como profesión (problemas y confusiones que veo también en otras áreas ajenas al sistema de servicios sociales), no vaya a ser que se entienda que para desarrollar nuestra profesión podemos prescindir de un Sistema de Servicios Sociales público y hacerlo exclusivamente desde el academicismo o desde ejercicio en la iniciativa privada.
Creo como digo que perdimos una oportunidad. No creo que tengamos que renunciar a poder recuperarla con unos argumentos que, en última instancia, no hacen sino favorecer las tesis de quienes defienden que «lo público» debe desaparecer en aras de la responsabilidad individual y de la solidaridad social.
Saludos.