Recientemente se ha publicado un artículo denominado “Los servicios sociales de Madrid comienzan el año en desbandada”
En él se refleja la situación que también están viviendo profesionales de la sanidad, poniendo sobre la mesa que, en Servicios Sociales, el personal sufre situaciones similares y que acumula un cansancio y estrés que la Pandemia ha elevado a niveles en ocasiones insoportables generando un gran sufrimiento.
Arrastrando males anteriores (déficit de personal, sistemas anquilosados, burocracia), desde el inicio de la Pandemia, los y las profesionales de los Servicios Sociales hemos tenido que enfrentarnos a una situación desbordante de demandas (especialmente de tipo económico) que han debido ser respondidas a pesar de innumerables dificultades de tipo burocrático y tecnológico, compensada gracias a enormes dosis de dedicación personal (recuerdo correos y envíos de cestas de alimentos en madrugadas o chats de wsp infinitos).
Lamentablemente, ese tsunami ha sido apuntalado por el continuo parcheo a otros sistemas, como el ya conocido al sistema educativo/comedores escolares, pero que se ha sumado al de la Seguridad Social (IMV) o el desmoronamiento del sistema de rentas autonómico, por no hablar de la situación de la vivienda: pase lo que pase, los Servicios Sociales nos encontramos en un sandwich en el que, con frecuencia, empatizar, contener y acompañar es lo único que podemos hacer.
Así, durante meses se contuvo a duras penas el colapso atendiendo a machete (a todas horas, las consultas llegaban por diversos canales -en muchos Centros se habilitaron más líneas e incluso whatsapp para facilitar el acceso de demandas-, correos, teléfonos echando chispas… ) situaciones de imperiosa gravedad.
Fruto de la urgencia de atender estas situaciones, se generaron productos / coberturas que, como es el caso de las ayudas económicas municipales, están encorsetadas en una normativa infernal (La Ley de Subvenciones) basada en el hipercontrol, también de cuantías irrisorias, que genera un laberinto burocrático en el que nos vemos inmersos ciudadanía y profesionales (en el que, quien más sufre, es la familia que no tiene ningún recurso, claro). Es decir: que las soluciones creadas han servido a muchísimas más familias, pero se ha generado una dinámica que aún no está controlada dado que precisa un cambio cultural y organizativo (y que supongo, las reorganizaciones y nuevos modelos sí acometerán) que va más allá, incluso, de los propios Servicios Sociales, además de aumento de recursos técnicos, por supuesto.
Y para colmo, cuando comenzaba a amainar el temporal, llega de la sexta ola, coincidiendo con el tiempo en el que todos/as pensábamos tener el merecido descanso navideño, y que finalmente en contados casos ha podido ser disfrutado por el goteo de bajas y contagios.
Evidentemente, las profesiones de primera línea (como Sanidad), son las que más se queman ante una situación de crisis por su exposición. Lo sabemos y sobre ello nos hemos formado (no en vano se nos ha definido como sector esencial), pero, en el día a día, hay ciertos límites que, si son traspasados durante mucho tiempo, generan desmotivación en el mejor de los casos, cuando no afecta a la salud física y mental: la Pandemia, también, nos ha enseñado lo importante que es cuidarnos, atender a nuestras familias, etc. al final, el trabajo, no lo es todo, por mucha pasión por el Trabajo Social que sintamos. Por ello, entiendo perfectamente a quien ha decidido bajarse del carro y disfruto con quienes cada día, se siguen empeñando en tirar de él, y, además, lo hacen con ilusión.
No voy a aterrizar en lo concreto de los Servicios Sociales del Ayto de Madrid porque no es una excepción: desde otros departamentos y en otras administraciones, los/las profesionales de primera línea están buscando (y especialmente tras la pandemia) puestos en segunda o tercera línea (centralizados), u otros destinos, y más en cuerpos generalistas como el formado por personal administrativo que, obviamente, no tiene que sentir per se vocación por los Servicios Sociales.
Por ello, las Administraciones deben ejecutar medidas que eviten un vaciado de los departamentos de atención directa a la ciudadanía, como es el caso de Servicios Sociales, (o Sanidad) donde, además, no es infrecuente que, incluso, se tengan condiciones laborales peores (que habrá que compensar).
De no hacerlo, se producirá igual que en sanidad, donde se sabe que “ser atendido por el mismo médico de familia de manera continuada en el tiempo reduce drásticamente tanto tu mortalidad como la posibilidad de que acabes hospitalizado” (post de Antonio Cabrera) , o, traducido a nuestros Servicios Sociales: la discontinuidad de la atención social provocará efectos negativos (cronicidad y desprotección) en aquella población con mayor necesidad de intervención social intensiva; precisamente, las personas y familias más vulnerables (no aquellas que sólo precisan una gestión rápida o incluso pueden obtener prestaciones por lo privado).
Por último: agradeciendo que se visibilice la carga que los Servicios Sociales soportamos, no podemos mezclar el tema principal (a mi juicio, la sobrecarga del personal y posibles apoyos) con el asunto del reparto de alimentos. Tampoco se puede meter en el mismo saco todo tipo de entidades: las que hacen un acompañamiento valiosísimo a muchas familias, con otras que, simplemente, reparten y ya está, con buena intención sin duda alguna.
Por ello, y entendiendo que los Servicios Sociales tienen mucho que mejorar, cuando leemos que hemos cerrado, o que se atiende a un mayor número de personas (a veces en modos cuestionables) desde entidades mayoritariamente sostenidas con fondos públicos (que reciben donativos privados, pero, también, en muchos casos, subvenciones, locales, etc.) pues, sinceramente, duele, y, en mi opinión, genera aún más desmotivación en la plantilla.
Creo que la comparación no procede y lo que sí, es encontrar los espacios y líneas de colaboración con iniciativas que contribuyan al bienestar de la ciudadanía. Pero, en definitiva: efectivamente, necesitamos medios de todo tipo para poder seguir atendiendo dignamente y de manera continua a la población, sin rompernos.
Ánimo
Nacho
Muy buena reflexión. Sabes cuál creo que es el principal problema? El trato que se les da a los SS porque la mirada sigue siendo de ayuda y beneficencia. Sólo eso. Con ello quiero decir que: ‘tu estás aquí para ayudarme. Como eres un servicio de ayuda, sólo quiero eso y no puedes negarte. Así que te doy lo mínimo y necesario para que puedes seguir ejerciendo tu actividad de caridad y así todos contentos». Es exactamente igual a cómo se tratará a los médicos. Están para atender porque esa es su obligación ética y profesional. Tampoco pueden negarse porque para eso están, ¿no? Y así es como se sigue maltratando sistemáticamente a las profesiones que supuestamente, tanta importancia parecen tener.
Profesionales muy, pero que muy valiosos en Servicios Sociales que se están dejando la piel dia a dia……espero que el objetivo no sea quemarlos para privatizar otro servicio publico ESENCIAL.
gracias
respeto y admiración para quienes resistis haciendo un trabajo digno, buscando salidas a situaciones que no la tienen.
Cuidate y cuida a tu gente para no sucumbir en este marasmo que está haciendo crisis.Los males endémicos es dificil que mejoren,explotan , se darán por enterados los reponsables de RRHH ?,
Excelente explicación , totalmente de acuerdo. Hay que seguir insistiendo una y otra vez en la ineficaz política de personal con vacantes y bajas de larga duración sin cubrir, bajas, cambios y ceses de interinos, pérdida de capital humano altamente cualificado. Esto pude mejorar con otros criterios de gestión